viernes, 4 de mayo de 2012

EL CANTAR DEL JUGLAR

En esta historia seguiremos los pasos de Francoli “El Panoli”
humilde mercader de brócoli.

En estos momentos su alegre caminar lo lleva a la casa de su amigo Caimar “El Juglar”,
adalid de la justicia y el valor
armado con su prosa defiende la verdad con honor.

-Hola, viejo amigo. Que alegría verte de nuevo –saluda Francoli “El Panoli” a Caimar “El Juglar”.

-Bienvenido seas, amigo. Pasa, pasa y comparte conmigo las buenas nuevas,
pero antes déjame contarte lo que me ha sucedido
con nuestro buen amigo Fernando “El Magistrado”.
Hace unos días, me prestó una pluma para embellecer mi sombrero, pues ayer tenía que recitar una hermosa tonada
en la boda de mi hermana.

Le estoy muy agradecido
al igual que sorprendido
cuando esta mañana al despuntar el alba
me saludó una preciosa alondra,
portadora de un mensaje sin igual,
que me dejó pasmado sin vacilar.

Fernando “El Magistrado” me reclama con premura
que le devuelva su pluma.

De todos es sabido
que yo aislado resido,
propiciando que la musa me visite
y la prosa me inspire.

Como bien sabes sólo abandono este vergel
una vez al mes
o cuando una fiesta debo embellecer.

Así que me hallo
en un problema con nuestro amigo Fernando “El Magistrado”.

Francoli “El Panoli” regresaba vagando por los caminos
cavilando como ayudar a sus amigos.

Se encuentra en el bazar
con Fernando “El Magistrado” y decide con él,
unas palabras cruzar.

Fernando “El Magistrado” es por todos conocido
por ser meticulosamente concienzudo
y obstinado como un mulo.

-Hombre, cómo se te ocurre reclamar
a Caimar “El Juglar”
con tanta presteza la devolución,
del hermoso plumón.
Cuando luces con altivez
uno para cada vez.

Fernando “El Magistrado”
luciendo gran enfado,
se fue a ver al trovador aislado.

-Me desagrada profundamente
que malinterpretaras tan vilmente,
mi sincera misiva,
que sólo pretendía,
recordarte como amigo y valuarte,
que no olvidaras regresarme
el precioso estandarte,
que tan generosamente
tuve la gracia de prestarte.

Caimar “El Juglar” sorprendido
por la crueldad de su sino.
Enarboló su cantar
para enmascarar su enfermiza necesidad
de contentar a cada cual,
con lo que desea escuchar.

Así contesta con mucha labia
pero sin gran veracidad,
para aplacar el orgullo herido
de su viejo amigo.

-Amigo mío, no me injuries.
Pues yo sólo comenté
que la pluma te regresaré,
cuanto antes pueda ser.

-Bueno amigo, no sufras pues no la necesito,
hasta dentro de un añito.

-Celebrémoslo con una cerveza
para refrescar nuestra garganta reseca.
Y dejemos tranquilo a Francoli “El Panoli”
con su brócoli.


Moraleja:
No hay que meter el hocico
en los asuntos del vecino.

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