Llega
el fin de año y para no perder la costumbre es hora de hacer balance. El 2013
ha sido un año extraño para mí, cosas buenas y malas sucediendo a la vez se
sentía como si dos mitades de mí tirasen en direcciones opuestas, dejándome inundada
de una sensación muy extraña.
Pese, o
gracias a ello he aprendido:
-Ante
una situación recurrente que me produce infelicidad no basta con quejarme y
lloriquear. Para cambiar algo tengo que actuar. A veces no me gustan las
posibles consecuencias, tengo miedo al cambio, me da pena por otros. Pero éste
año he decidido romper las cadenas que me esclavizan a una situación que no me
hace feliz. Y debo reconocer que solo de tomar esa decisión, un gran peso en mí
se ha aligerado.
-Estar
lejos de una persona que era importante para mí me ha hecho dar cuenta de la
cantidad de tiempo y energía que dedicaba a esa relación. Eso me ha abierto los
ojos a como priorizaba las cosas de los demás antes que las mías y me ha hecho
enfocar esas energías en perseguir mis sueños y objetivos en lugar de gastarlos
inútilmente en que los demás consigan los suyos.
-He
aprendido a aceptar que cada uno tiene derecho a ser como quiera y dejar de
esperar cambios en los demás basados en mis propios criterios. Y que si resulta
que somos incompatibles, es inútil empeñarse
en mantener una relación nociva a toda costa.
-Sobre
mí misma he descubierto que soy más cabezota y tenaz de lo que creía. Lo cual
es una bendición y una maldición a la vez.
Lo que
me gustaría lograr en el próximo año:
-Ser
capaz de no dar consejos cuando no me los están pidiendo y dejar que cada cual
aprenda las lecciones de la vida a su propio ritmo.
-Encontrar
mi equilibrio y no tener las emociones a flor de piel.
-No
tomar decisiones ni obrar cuando estoy cabreada.
Con
estos buenos propósitos se acerca el nuevo año lleno de grandes esperanzas y
expectativas de un tiempo mejor para todos.
¡FELIZ
2014!